(este aporte es de Gastoncito, el mañoso)
Soy un hombre con la experiencia suficiente como para establecer si una mujer es placentera o no, y puedo decir con certeza que Danita cumple con muchos de esos detalles con los cuales uno termina temblando de satisfacción.
Vale la pena escribir sobre mi última cita con ella, dado que ocurrió algo inusual. Todo comienza con ella sentada sobre mis piernas, plasmándose una grata charla en compañía de su sonrisa, que siempre emana de su pequeña y bella boca. Ella vestía un sensual atuendo, que incluía un portaligas, que siempre será un divertido desafío para aquellos que quieran descubrir los placeres que hay entre las piernas de una musa.
Emprendo el primer camino con pequeños besos, que en nuestro caso son siempre interrumpidos por mi barba, lo que en cierto sentido le da algo de diversión al acto de besar, ¿o no?; mientras esto sucede, comienzo a observar mi próximo paso, encaminado en la ruta que lleva al Valhalla.
Lo primero que veo son sus hombros, descubiertos y suaves, que en conjunto con sus senos forman un lugar cálido y deseable, en el cual no debo detenerme aun, ya que tengo que finalizar el camino en el cual estoy inmerso.
Besando su abdomen, me encuentro con sus piernas, y tras sortear su portaligas (con ayuda), logro abrir las puertas del lugar en donde se encuentra el manjar de una valquiria. Comienzo a saborearla con la punta de mi lengua, advirtiendo la presencia del sitio exacto en donde se alberga su campana musical; su sabor es exquisito, reflejado en los tenues gemidos que comienzan a
escucharse desde su boca. Mientras esto sucede, sus ojos están cerrados, mordiéndose los labios, y dejando ver de vez en cuando su lengua, que al parecer pide algo más. Éste momento lo dilato al máximo, ya que su rostro de placer es algo que me encanta recordar, siendo éste rostro el final del primer camino de Danita.
escucharse desde su boca. Mientras esto sucede, sus ojos están cerrados, mordiéndose los labios, y dejando ver de vez en cuando su lengua, que al parecer pide algo más. Éste momento lo dilato al máximo, ya que su rostro de placer es algo que me encanta recordar, siendo éste rostro el final del primer camino de Danita.
Me detengo para mirarla mientras permanece recostada, tras lo cual comienzo a besar sus senos, que a esas alturas ya se encontraban despojados de ataduras. Sus senos son expresivos, firmes y suaves, con un gusto a adolescencia, en donde mis manos se comportan quirúrgicamente.
Dejando una mano entre sus piernas, dejo salir la apretada dureza que tengo entre los pantalones,
dejando que la humedad de su boca me muestre el siguiente camino. Ella sigue recostada, y siento sus gemidos en mi carne, con una humedad deliciosa que se deja ver entre sus labios. Nos saboreamos mutuamente, para luego sentarnos y desnudarnos por completo, frente a frente, mientras ella toma con ambas manos mi dura carne, y la mira concentradamente, con una cara de no quererlo soltar.
Comienzo a pisar los últimos metros del segundo camino, y recostándome sobre la cama, dejo que ella haga lo que quiera conmigo. Me sigue saboreando un rato, pero esta vez de un modo más enérgico y profundo, deslizándose suavemente con su saliva. Es un momento en el cual uno se inmoviliza, ya que la virtud de su boca y su lengua es algo de admirar; solo me dedico a gemir, mientras acaricio su cabello.
El tercer camino se acerca, aquel que recorreremos como uno solo. Ella aleja su boca de mi carne, para acercar la humedad que tiene entre sus piernas, sin antes ejecutar un acto de protección.
Levantando una sola pierna, se posa sobre mí, y comienza a cabalgar libremente sobre el caballo en el cual estoy convertido. Mientras ella aumenta la magnitud de su acto, yo agarro firmemente sus caderas, mientras mi lengua disfruta de sus expresivos senos, los cuales quedan a la perfección sobre mi boca.
Comienzo a moverme con ella, y con intensidad golpeamos nuestras pelvis una contra otra, notando que su excitación aumenta con esto. Dejarla cabalgar un buen rato es algo que vale la pena, pues se nota que así lo prefiere. La expresión de libertad de su rostro es envidiable, preguntándome en que mundo fantástico se encuentra en esos momentos; tal vez, algún día lo descubra.
El vigor de nuestro recorrido no descansa, y es así como me encuentro detrás de ella, admirandosu espalda y sus caderas, mientras la penetro sin dejar de escuchar sus gemidos. Al lado de la cama hay un pequeño sillón, el cual se me ocurre utilizar; ella se apoya sobre el respaldo,dándome la espalda, con lo cual la intensidad llega a su punto máximo; los gemidos se conviertenen quejidos, y el sudor de nuestros cuerpos brilla como el sol de aquella tarde.
Casi al borde del final, me recuesto sobre la cama, para que ella termine lo que comenzamos, conel sabor a placer entre sus labios. Su boca y su mano se mueven al unísono, y comienzo a sentir el final; mis ojos se quieren cerrar, pero no quiero! Deseo verla mientras bebe de mí, mientras dejosalir todo lo que tengo para ella.
Exploto! y justo en ese momento ella se detiene para beberme. Lo deja salir todo dentro de su boca, no desperdiciando ni una sola gota, mientras mi éxtasis se encaminaba en algo que no siempre pasa. Ella termina de beber y mi culminación me deja temblando, sintiendo que podíadar más de mí. Mientras ella se aleja un momento, noto que mi excitación no disminuye, y viendo cómo se alejan sus caderas, comienzo a tocarme. Cuando ella vuelve, exploto nuevamente, como un volcán que no se quiere apagar. ¿Dos orgasmos seguidos? … correcto; siendo éste el resultado inesperado del tercer camino de Danita.
Sinceramente, con ella me olvido del valor que hay de por medio, pues cuando estoy entre su piernas, siento que es mía y de nadie más, y ese sentimiento es invaluable. Su entrega es absoluta, y perderé alguna vez la cuenta de las veces que estuve con ella.
Y pensar que ella esconde más de tres caminos.
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